lunes, 31 de diciembre de 2012

2012

No me gusta la Navidad. La gente es amable por la época del año que es y no porque de verdad quiera. No me gusta que la gente confíe en estas fechas para que algo magnífico ocurra, cuando no hizo nada para que sucediera. Ponemos una esperanza desmesurada en un final de mes como otro cualquiera. Eso sí, para mí, la Nochevieja es especial. No es una noche más. 
Es un día entero, para empezar. Desde que nos levantamos hasta que nos atragantamos con las uvas, estamos haciendo balance de nuestro año. Recordamos mes a mes qué nos hizo y qué nos hizo perder la sonrisa. Y no digo llorar, porque gracias a no sé quién, este año he derramado pocas lágrimas. En serio.
He reído mucho más que llorado. He abrazado mucho más que dado la espalda. He corrido mucho más que quedado quieta. He disfrutado mucho más que añorado. He conocido mucho más que perdido. He querido mucho más que odiado. He sido mucho más feliz que desgraciada.
Yo he sido muy feliz en este 2012. Y tú? FELIZ AÑO NUEVO!! =D 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Sí se puede 2/2


A veces debe torcérsete una situación para que otra te salga bien. Eso que dicen de que cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana. Pues bien, tú puerta llevaba cerrada mucho tiempo, y con doble cerrojo. A ti te habían dado un manojo de llaves y te dijeron “toma, inténtalo” y tú, como tonta, probaste todas y cada una de ellas una y otra vez, más rápido, más despacio, con cuidado, a lo bruto, agarrando el pomo, empujando hacia ti, hacia dentro… Hasta que caíste en la cuenta de que quizá ninguna fuese la buena y te hubieran engañado, que sólo quisieran divertirse mientras tú estabas ahí, dándolo todo para nada.
Y entonces lo viste claro. Te incorporaste desde el frontal de esa puerta y le diste la espalda. ¿Para qué seguir intentando algo que no te llevaba a ningún sitio? Si  no abría, sería por algo. Así que elegiste resurgir de tus cenizas. Y nada más levantar la cabeza viste la ventana. Esa que te quedaba a la derecha pero en la que nunca reparaste. Te acercaste. Estaba cerrada, pero pudiste ver lo que había tras ella. Estaba limpia y no había nada que te lo impidiera: ni cortinas, ni manchas, ni opacidades. Y te gustó. Y seguiste mirando. Y te gustó más. Así que decidiste probar a abrirla. Estaba fuerte, de manera que sólo lo conseguiste un poco. Lo justo para que llegaran nuevos datos hasta ti. Y te llegaron olores del exterior dulces, picantes, chispeantes y sorprendentes. Y escuchaste con atención lo que sonaba por ahí. Y sonaban palabras sensatas, certeras, ordenadas y maduras. Y te gustó más. Y te quedaste ahí.
Miraste cada uno de sus pasos y seguiste cada uno de sus movimientos. Hiciste que no se olvidara de ti. Que cada día supiese que estabas ahí. Mensajes, fotos, vídeos. Una frase en el momento adecuado. Un encontronazo por casualidad concertada. Una mirada buscada y conseguida. Y no sólo eras tú. También era él. Sus respuestas. A todo. Que nada quedase en el aire. Ojos que te encontraban cuando tú los dabas por perdidos por esa vez. Que contase contigo, aunque fuera para poco.
Eran las primeras veces y estaban surgiendo como se esperaban. Despacio, sin prisa pero sin pausa. Sin forzar pero dejando fluir. Sin concretar, pero buscando los momentos que después se convertirían en recuerdos.
Porque nunca un viaje en coche de 30 minutos dio para tanto entre dos personas. Porque nunca una entrada de fútbol unió de ésta manera. Sonrisas a centímetros, gestos de cariño entre dos casi desconocidos, bromas, mofas… peticiones que se cumplían sin querer. Saber que estabas ahí sin necesidad de habértelo pedido. Poder contar contigo. Conocernos poco a poco pero de golpe. Alucinando con lo que pasaba, pero sin miedo a vivirlo.
Te ilusionaste rápido con algo que sólo estaba comenzando, algo que controlabas sólo al 40%. El otro 40 lo llevaba él. Y el 20% restante, el destino. Nunca pensaste que algo así pudiera pasarte a ti. Pero las cosas siempre suceden por algo. El que nunca estuvo dijo que no. Tú dijiste basta. Y entonces todo vino rodado. La idea, la solución, y él que accedía, que te sonreía.
Y tú. Tú que volvías a sentir esas mariposas en el estómago. Tú que volvías a mirar de esa manera. Tú que volvías a marcarte un reto. Tú que volvías a plantar cara al mundo. Tú que volvías a sentirte viva. Tú. Tú que por fin tenías eso que tanto buscabas. Eso que te hiciera levantarte con más ganas por la mañana. Eso que te hacía dormir soñando y soñar despierta. Eso que ya no sabías que era. El nudo en el estómago previo a su presencia y el nudo en la garganta posterior a su ausencia. Las mañanas que te despertabas con una sonrisa en la cara sin saber por qué. Los días que pasaban como minutos porque tu cabeza iba por un lado y tu cuerpo por otro. Las veces que quisiste nombrarlo y no lo hiciste por miedo a que se fastidiase. Las veces que quisiste contarlo y no lo hiciste por miedo a que te lo arrebatasen. Buscando personas de confianza para tener a alguien con quien compartir tus dudas, anhelos y frustraciones.








Pocas veces algo tan simple pudo hacer a una persona tan feliz. Pocas veces el hecho de que las cosas fuesen como debían ser, hizo que dos personas sonrieran a la vez.








Porque no hay nada tan bonito como tus besos en la oscuridad. Porque no existe mejor sensación que la de estar entre tus brazos. Porque no hubo nunca una conexión tan fuerte como inesperada. Porque nadie dijo que fuera fácil y por eso le pusimos más ganas. Porque estás siempre dónde debes. Porque una palabra tuya arregla el peor de mis días. Porque tu mirada ilumina el sendero más oscuro. Porque juntos somos mejores. Porque  tú me enseñas a ser mejor. Porque tú confías en mí para superarte. Porque buscamos solución a los problemas del otro. Porque encajamos como dos piezas de puzle. Una blanca y otra negra, pero que se unen en perfecta armonía. Porque así las cosas se ven más fáciles. Porque te tengo. Porque me tienes. Porque nos tenemos.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Sí se puede 1/2


Es absurdo como alguien puede cambiar tu forma de ver las cosas, de verlo a él, en cuestión de días, horas, minutos, o segundos.
De días porque sabes que hoy no le miras como ayer, que ahora es diferente hasta tu forma de caminar, hablar y expresarte si esta delante. Antes no importaba si os cruzabais o no. Ahora, buscas encontrarte con él. Buscas sus guiños a modo de saludo.
De horas, porque las cuentas para que llegue, y si se retrasa no te molesta, pero no dejas de mirar hacia la puerta, intentando parecer distraída pero sin dejar de vigilarla, para que cuando aparezca, lo primero que vea sea a ti y para que cuando se vaya, esté casi obligado a darse la vuelta y despedirse.
De minutos, porque en una conversación has visto todo lo que esa persona lleva dentro. Te ha gustado y has decidido que lo quieres para ti. Porque antes sólo era uno más, pero todo eso que te ha contado, ha hecho que pases a mirarle como otra cosa. Ya no es uno, ahora es ése.
Y de segundos, porque un gesto, una palabra, un silencio en el momento preciso ha hecho que todo dé un vuelco de 180 grados. ¿Sabes esos ratos en los que te quedas sin saber qué decir, esa sensación de agobio que se tiene por encontrar tema de conversación? Pues con él no ha pasado. Con él es todo tranquilidad.
Tienes tu mundo patas arriba. No sabes a dónde vas ni de dónde vienes, no te convence, pero tienes ganas de echar a andar por este camino que llevaba ahí ya unos años pero en el que hasta hace unas semanas no habías reparado lo más mínimo. 







Él es fachada. Es duro. Es fuerte. Él impone. Tiene voz penetrante. Su cuerpo es grande. Sus ojos color mar claro. Lleva ese tipo de estética contemporánea personalizada. El pelo corto. La piel clara. Las manos firmes. Las espaldas anchas. Una sonrisa que enamora.
Él es motor. Él siente. Él se conoce. Él se critica. Él se ríe de sí mismo. Él disfruta de la vida. Él es dulce. Él es bruto. Él es (i)rresponsable. Él es consecuente. Él es un crío.
Él, que quiere ser más. Él, que lucha. Él, que te hace reír. Él, que te da sin esperar. Él, que lleva la educación por bandera. Él, culto. Él, inteligente. Él, buena persona. Él, vergonzoso. Él, tímido. Él, comprometido. Él, defensor. 







No ha habido presentaciones formales, ni siquiera primera cita. No ha habido un detonante como tal. No ha existido nadie que te impulsara. No era una opción a contemplar el empezar a sentirte a sí por él, precisamente por él. Han sido  ese conjunto de circunstancias que componen a una persona las que han hecho que esa noche no sea una más. Que ahora todo haya adquirido un matiz distinto es sólo cosa del tiempo, que ha decidido que éste es tu momento para intentar lanzarte al vacío y ver qué pasa, que nunca se sabe, porque no serías la primera que tiene delante la oportunidad de su vida y no la ve hasta que la ha perdido. Pero tú aún puedes conseguirlo

sábado, 27 de octubre de 2012

Ahí voy

Tiki-taka. La vida es esto, un toma y daca. Un decir algo para esperar respuesta. Mirar para ser mirado. Hablar para ser escuchado. Caminar para ser seguido o recibido.
Y cuando no obtenemos respuesta alguna a nuestro movimientos, se nos quitan las ganas de seguir intentándolo. Se nos quitan las ganas de conquistar la meta y abandonamos el camino. 
Por eso, buscamos siempre alguien con quien compartir el viaje, porque así, si nos desmoralizamos, nos cogemos a su mano y seguimos recto; con la mirada pérdida y sin ganas, pero seguimos, porque sabemos que esa mano no nos va a fallar. 
Necesitamos esa fuerza que viene de una respuesta dada en el momento adecuado, para seguir luchando por algo. 
El problema está y reside en que esa persona no nos responda como esperamos. 
Los principios siempre son duros, pero son un ten con ten. La vida es dura, pero siempre hay que actuar como me decía mi madre "no hagas a nadie lo que no quieres que hagan contigo", esto traducido es: Si te quiero, te busco. Si me quieres, búscame. Si quieres ver qué pasa, búscame. Si te gusto, inténtalo. 
Para intentar algo hay que ver sus pros y sus contras y si los contras superan a los pros... Mal empezamos. 

Pero sabes? Nunca me he caracterizado por no luchar por lo que quiero. Si bien es cierto que voy despacio, que no me suele correr prisa y que a veces parece que lo doy por perdido... MENTIRA. Por negras que pinten las cosas, algún final tienen que tener, y ese es que yo voy buscando cada vez que doy un paso y me acerco a mi meta. 







Por tanto, seamos simples. Pintan bastos, el túnel es largo, estrecho, húmedo y oscuro y, además, no tengo dónde agarrarme. Aún así... Tengo que decir... Que ahí voy.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Tú también


Que le guste el olor de mi colonia. 
Que le guste el tacto de mi pelo.
Que pase las horas acariciándome la piel y diciéndome lo suave que está.
Que me llame cuando no pueda más.
Que me haga su vía de escape.
Que piense en mi casi todo el día, pero que no me lo haga saber casi todo el día.
Que tenga ganas de verme y al hacerlo se le iluminen los ojos.
Que nos quedemos sin nada que decir, sólo mirándonos el uno al otro. 
Que si tenemos ganas de vernos, vayamos, no esperemos a que el otro acuda.
Que le enamore cada día.
Que sea capaz de cambiar mi humor con una sola palabra.
Que marque el guión con el mismo subrayador que yo.
Que coincidamos en gustos.
Que no coincidamos y hagamos planes sólo por el otro. 
Que si escucha mi voz, todo lo malo se le olvide.
Que no haya aniversarios y cada día haya algo que celebrar.
Que no tengamos hora, que no tengamos día, que no tengamos mes, pero que nos tengamos el uno al otro.
Que no contemos el tiempo, que lo vivamos.
Que sueñe conmigo y me lo cuente.
Que me de los buenos días y las buenas noches, pero sin ñoñerías.
Que me llame de una manera cariñosa pero que sea como un código secreto nuestro. 
Que me deje convencer para ver una peli de las suya y acceder sólo para hacerlo bajo una manta, abrazados y escuchando llover.
Que nos entendamos con la mirada, para lo bueno y para lo malo.
Que cada día sea un reto a superar; que nunca dejemos de pelear por nosotros.
Que seamos capaces de decirnos todo.
Que seamos celosos, pero lo justo para arreglarlo con un beso interminable.
Que lo primero que vea al abrir lo ojos sea a ti.
Que nos besemos, nos sonriamos, nos besemos, nos sonriamos, nos besemos, nos sonriamos...
Que la gente sepa quién soy por todo lo que les hablas de mi.
Que llegue a ser para ti lo mismo que tú para mi. 
Que por muy cansados que estemos, nos ocupemos de hacer sonreir al otro. 
Que nos cueste separarnos y nos despidamos con besos de película.
Que se nos empañen los ojos de felicidad al pensar y recordar al otro.
Que al sonar la música, cada acorde se ajuste perfectamente a nosotros.
Que me enfades.
Que me busques la cosquillas.
Que me las encuentres.
Ser capaz de darte todo esto y mucho más.
Y tú también lo quieres.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Lanzarse al vacío

Hoy me han dado una de las lecciones más simples, pero más claras de mi vida y que estoy segura, voy a seguir a rajatabla.
Primer punto: Hay que estar seguro de lo que se hace.
          Es normal tener dudas al principio, es normal no saber qué camino coger. Tienes tu vida, estable, y te gusta, pero ¿y si es demasiado estable? No debemos conformarnos con lo que tenemos por el hecho de que nos satisfaga. Lo que está por venir es impredecible, pero precisamente por eso, puede ser mucho mejor. Tomémonos nuestro tiempo y decidamos con calma que es lo que queremos, necesitamos en nuestra vida. Y , sin planearlo, llega el punto en que nos damos cuenta, despertamos y vemos que no, que esto ya no es lo que queremos, y decidimos saltar al vacío y apostar, pero apostar por nosotros, por sernos fieles a nosotros mismos, a lo que siempre quisimos, ya no tenemos y vamos a luchar por recuperar. Por una vida cómo la soñamos un día. Por una vida cómo la deseamos. Por una vida que sólo nosotros manejemos a nuestro antojo.
Segundo punto: Transición.
          Ésta es la época de asimilación, es el tiempo en el cuál nos cercioramos de nuestra decisión, el tiempo en el que realmente somos conscientes de las consecuencias de nuestra determinación y cuando decidimos, esta vez del todo, sin vuelta atrás, el camino. Para que me entendáis: este el punto en el que tenemos dos vertientes de un río frente a nosotros y nuestra barca tira para un lado, nosotros para el otro, ella que se va con la corriente, nosotros que remamos, y ahí es dónde necesitamos fuerza. La marea es todo aquel que cree que puede inmiscuirse en nuestros asuntos y decidir por nosotros, todo aquel que se permite el lujo de opinar sobre nuestra vida, cuando lo que tendría que hacer  es limpiar bien su fachada y repintar sus paredes, llenas de manchurrones, humedades y desconchones. 
Tercer punto: A la piscina, de cabeza.
          Momento en el que coges las riendas del caballo, y echas a andar. Sales a galopar a lomos del mejor ejemplar que has visto y corres, corres, corres y no miras atrás. Entras en bosques, superas ríos... Te conviertes en toda una amazona. No sabes dónde está el final, quizá a 100m, quizá no haya final, pero ahí estás tu, cabalgando como nunca lo habías hecho, disfrutando cada momento, segundo, instante de lo que te ocurre y quieres hacerlo. Vas a arriesgar pero no te da miedo equivocarte, estás disfrutando tanto de todo que da igual lo que dure. Y es justo aquí cuando sabes que no fallaste, que pase lo que pase, eres feliz. Y eso es lo mejor que has podido hacer.









Somos libres de llevar la vida que queramos en el momento en el que lo decidamos. Nuestra libertad de decisión tiene el tamaño que nosotros le demos. Nadie pensará en nosotros, cada uno mira su ombligo. Mirémonos el nuestro y cuidemos de él. En realidad es el que más importa y el que nunca nos fallará.








El miedo puede frenarnos, pero también es el motor que nos va a llevar hasta dónde queremos. No se trata de tomar decisiones a lo loco, se trata de realizar los cambios pertinentes en nuestra vida para mejorarla y ser más felices.

Y esto, lo podemos hacer todos.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Volver a empezar

Qué bonitos son los principios. Todos se parecen y todos son distintos. Todos son anhelados y a la vez, temidos, rechazados y evitados.
Pensamos en lo que dejamos atrás y nos da miedo cerrar la puerta y entrar en la siguiente habitación, pero esa sensación de tener la oportunidad de poder echar el cerrojo, de ver que eres capaz, que tienes la llave, que al otro lado sí hay algo, que no es tirarte al vacío. Esa seguridad de ir sobre seguro, valga de redundancia, de saber que lo que vas a encontrar te gusta. 
Ahh... esa sensación de volver a empezar, esas primeras veces...
Los primeros nervios, las primeras sonrisas, las primeras llamadas, el medir cada uno de tus pasos, de tus palabras, ese gusanillo en el estómago que no se calma ni cuando acaba el día... Esa necesidad de algo o de alguien. Las primeras veces.
Nos sentimos torpes, aunque ya seamos expertos en la materia. No somos capaces de dar dos pasos sin dudar del antepenúltimo. Somos capaces de intentarlo una y otra vez, sin importar las veces que fallemos. Como un niño cuando empieza a caminar, mil veces se cae, mil y una se levanta. Así son las primeras veces. Llenas de errores, cargadas de ilusión, repletas de ganas, inundadas de sensaciones.
Nuevos descubrimientos. Debemos adaptarnos a nuevas situaciones y vamos despacito, lento pero seguro. Las prisas nunca son buenas y por eso, lo bueno (lo mejor) se hace siempre esperar.


viernes, 10 de agosto de 2012

Afortunada

A veces da por pensar, a veces da por recordar, a veces da por echar la vista atrás y ver que no fuimos todo lo que debimos ser.
Que no dimos lo que se esperaba de nosotros.
Que no lo dimos y aún así, lucharon por nosotros y hoy siguen a nuestro lado.
En ese momento, cuando todo se arregla y vuelve a su ser, lo ves normal. Esto es lo que tenía que pasar. 
Mentira.
Si no llega a ser por el tesón y la fuerza, las ganas y el valor, que le puso esa persona, hoy nada sería lo que es. 
Y te sientes afortunado por tenerlo a tu lado, por formar parte de su vida. Porque te ha querido tener en su vida. Porque siga queriéndote cerca. Por las miradas que lo dicen todo. Por los silencios que no molestan. Por las horas y horas a su lado que pasan en un segundo. 








-Mafalda: Sí claro pero, ¿Y cuando vos te ponés estúpida?
-Susanita: ¿Y vos tarada?
-Mafalda: ¿Y vos zanahoria?
-Susanita: ¿Y vos papafrita?
-Mafalda: ¿Cómo podemos ser tan amigas cuando no nos aguantamos?










Lo piensas y es raro, sientes que deberías haber dado más de ti, pero esa persona jamás te reclamará nada. No es su estilo.
La única forma de corresponder esa lucha es seguir ahora a su lado, incondicionalmente. 
Por que hay frases que destrozan "A mi también me costó volver a confiar en ti" / "Ojalá me hubieras querido a mí la mitad de lo que le quieres a él". 
Dos frases lapidarias que, acompañadas de esa sonrisa, sabes que no van a hacer daño pero que demuestran, eso sí, todo el daño que tú hiciste. 
Y se juntan los sentimientos.
El primero, arrepentimiento. Pudiste hacerlo mejor, ¿cómo pudiste ser tan fría? Notas una presión en el pecho que te hace sentirte pequeña, minúscula.
El segundo, felicidad. Esa persona es única, es especial, es de esas personas que merecen la pena y, no sabes gracias a quién (o sí), está ahí todavía por ti. Contigo. Para ti. A tu lado. Y el pasado ya no importa, el pasado quedó atrás. 
No vas a volver a fallar. No eres capaz. Sólo pensar en cometer un tropiezo similar y se te revuelve el cuerpo. No puedes fallar a alguien que ha luchado tanto por ti y ha demostrado que le importas tanto.
Normalmente consideramos importantes para nosotros a todo aquel que nos rodea, unos más y otros menos. Pero hay personas que si no estuvieran cerca, nada sería lo mismo, nosotros no seríamos los mismos. 
Y de eso te das cuenta un día cualquiera, sin ningún motivo, pero te das cuenta. 
Y cuando eso pasa, sólo puedes sonreír y sentir inmensamente afortunada. 

domingo, 8 de julio de 2012

Depende de ti

Todos tenemos malos días, malos meses e incluso, malos años. Creemos que son malas rachas y que ya pasarán. 
Si bien yo opino que el tiempo todo lo cura y que no hay mejor juez que él mismo, también creo que una parte muy importante para ser felices y vivir buenos tiempos, está dentro de nosotros mismos.
Dependiendo de la edad que tengamos, los problemas serán unos u otros: el amor que viene y se va, las clases que nos hacen confundirnos aún más, las notas que nunca son las esperadas, las entrevistas de trabajo que no llegan, los jefes cabrones... Y casi siempre, nos acomodamos a ellos. 
Repito que mi opinión y una de mis claves es que el tiempo todo lo arregla, pero creo firmemente que ese tiempo se verá sumamente reducido si le echamos valor y ganas a todo lo que hacemos.
Muchas veces tenemos miedo de salir, de reflotar, de volver a latir, de volver a sentir, de volver a empezar, por eso que dicen de "más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer". Pues sí, pero no. 












Aquí si se quiere ser feliz, se puede. Sólo hay que saber mirar hacia delante, ponerle ganas y no querer ser más de lo que se puede. Ser siempre fiel a uno mismo.











Me parece muy respetable ese período de luto que se guarda a determinada circunstancia. Ese tiempo en el que nos lamentamos por lo que pudimos hacer y no hicimos, por lo que cambiaríamos, por lo que sería hoy... Pero creo que ese período no debería prolongarse excesivamente en nuestra vida. 
Soy optimista por naturaleza, quizá demasiado, pero si de algo estoy 100% segura es de que no por mucho recrearnos en nuestra agonía, ésta va a ser menos o a desaparecer.
La manera de recuperarse de una rotura de tibia es reposo (período de luto) y empezar poco a poco a caminar. Primero con apoyos y después sin ellos. Pues aquí lo mismo.
Ya está bien de lamentaciones. Tu felicidad depende de ti. Y de nadie más. 
Tú eres tan feliz como quieres serlo. Tienes mil sonrisas a tu alcance, sólo tienes que saber cogerlas. 
Aquí va una, es gratis. Te la regalo. =D

viernes, 29 de junio de 2012

Cicatriz

Tengo una en la frente, en el centro, y es como mi seña de identidad. De hecho, es mi signo para la lengua de sordos. 
Tengo otra en el empeine derecho. De una caída ha hecho ahora un año. Antes quería taparla, pero ahora siempre la enseño.
La del empeine vino acompañada de otra, que va de la rodilla hacia abajo y el interior de la pierna. Me gusta menos, pero se nota poco. 
Y esas son las que se ven, de las que no se aprecian a simple vista y hay que explicar con todo detalle tengo bastante más de tres, todas o casi todas por la misma razón, y todas o casi todas, cerradas y bien curadas.
Considero que las cicatrices son como pequeños trofeos de los que en un primer momento no estamos nada orgullosos. Han dolido, todavía duelen, y las curas no son fáciles. Limpia y echa antiséptico. Limpia y echa crema para las quemaduras. Limpia y deja al aire. Limpia y procura no mojar. Limpia. Limpia. Limpia.
Ésa es la clave. Limpiar. 
Las heridas son inevitables. Vas por la calle y un tropezón tonto te hace caer y quedas marcado de por vida. Pero debemos aprender de ellas, porque de seguro que la próxima vez que pasemos por ese sitio, iremos con mucho más cuidado. 
Mientras están abiertas es difícil no pensar en lo tontos que fuimos, en que podíamos haber mirado mejor e incluso, caminamos con miedo, pisamos suave, despacio y siempre tanteando antes el terreno. 
Además de ese temor lógico, de esa paranoia que nos hemos creado a raíz de esa estúpida caída... duele. Porque las heridas, cuando se están curando, duelen, y pican, y escuecen.








¿Nunca os lo han dicho de pequeños? 
-Mamáaaa!! aaah!! Que escueceee!!
-Eso es porque se está curando, hija.
-Papáa!! Alcohol no! ALCOHOL NO!!!
-Que sí hijo, que sí, que esto cura. Ya verás.
Y tú quieres matar a tu padres... 












Pero te están dando la gran lección. Porque al cabo de un tiempo, esa herida ya no duele. Ya no pica, ni escuece. Ahora sólo queda una marca en tu piel, que semana tras semana va borrándose. Y al final olvidas dónde la tienes y hay que buscarla, y olvidas cómo te la hiciste y la confundes otra... 
Y esto vale para las cicatrices que se ven; Y para las que no se ven. 
Las que puedes ocultar; esas que tapas con una sonrisa pero que cuando llegas a casa te hacen brotar una lágrima, esas que dices que ya no duelen pero lo hacen más que nunca, ésas. 
Ésas tienen un proceso de curación mucho más largo, probablemente más doloroso y no son tan fáciles de limpiar. Para éstas no hay betadine, silvederma, ni alcohol puro 96º... Estás se curan con el tiempo. Con el tiempo y con los ojos, las manos, la cabeza, los labios... Sabores, olores, miradas, que van limpiando la herida y propiciando su cicatrización. 
Esto no es lo de "un clavo saca a otro clavo". Esto es más... "un grano no hace granero, pero ayuda al compañero". 
Cuando alguien nos hace un hueco en el corazón y no somos capaces de cerrarlo ni con puntos, ni con grapas, ni con pegamento quirúrgico, creemos que ya nada se puede hacer y perdemos la esperanza por completo. Dejamos que se infecte y se llene de pus. Se inflama, se ponga blanco y duela. Eso si que duele. Duele más una infección que una herida.
Duele más la saja infectada que el corte. Duele más el moratón que el golpe. Duele más un grano infectado que una espinilla. 
No debes permitir que nadie infecte tus heridas. Cúralas y disponte a caminar para hacerte más. Antes de lo que crees, esa cicatriz que hoy es fea y quieres ocultar, se va a convertir en una marca tuya, propia e inimitable y vas a querer enseñársela al mundo.
Porque las cicatrices no duelen. Son marcas de guerra. Son marcas de batallas ganadas. Una caída, un hierro clavado, una quemadura de plancha, una quemadura por fricción, una operación... o una persona. 
Si no has dejado de caminar, de planchar la ropa o el pelo, de meterte dónde no debes, ni de dejarte cortar por un bisturí, no dejes de ilusionarte, de enamorarte, de dejarte llevar por lo que duele en el pecho y no en la cabeza, de ser feliz a costa de otro y de hacer a otro feliz a costa tuya.
Cicatrizar lleva tiempo, pero no tanto como crees. Tápalo con una gasa y a correr. 

martes, 19 de junio de 2012

Vidrio de mar

Vidrio de mar. Eso somos. Cachitos rotos de una botella que poco a poco van cogiendo forma, puliendo aristas, redondeando esquinas... Para al final, llegar a ser lo que somos.
Normalmente vamos solos. Nos metemos en mareas, fluimos con el oleaje, y cada granito de arena que nos toca, nos deja huella. 
A veces vamos detrás de otro pedazo de cristal amorfo, y eso nos condiciona las marcas. Adquirimos los mismos detalles que nuestro compañero y esto puede ser bueno y malo.
Bueno, porque quizá el de enfrente sea una influencia perfecta y malo, porque en vez de granitos de arena, puede ir soltando piezas con puntas que en vez de huella, dejen arañazos en nuestra superficie.
Pero hay otros momentos, los cuáles yo considero más importantes, en los que debemos coger a alguien de la mano y guiarlo. Este pequeño cristal no tiene brillo, está estancado en un pozo, el agua no se mueve y tiene todos sus picos puntiagudos, si te acercas mucho, te pincha, se defiende, porque está acostumbrado a estar solo, pero si vas poco a poco, se deja abrazar y llevar.
Es entonces cuando empieza tu tarea. Una vez has conseguido que ese vidrio chiquitito te siga, debes conducirlo hasta el mar. Esa es tu misión. No darle forma, tú no tienes tanto poder. Simplemente debes enseñarle el camino para poder darse forma a si mismo con ayuda de lo que pase en su vida, porque hasta entonces, no ha pasado nada.
Sabes que tiene miedo, y va muy despacito. Así que le dices "yo te abro camino, tú ve detrás de mí y no temas por nada, todo saldrá bien". Y miras por el espejo retrovisor, y lo ves ahí, mirando curioso todo lo que le rodea, procurando no perderse ningún detalle y buscando continuamente su referencia. Tú. 
Al final del camino puedes ver la playa, una playa desierta que sólo tiene por compañeros el sonido del mar y las gaviotas que pasean por su cielo. Y ahí, en la orilla, mojándoos los pies le dices "aquí te dejo, ahora sabes lo que tienes que hacer, no estaré lejos, siempre que me necesites, apareceré sin ser llamado, pero ahora te toca viajar solo. Ve. Vive. Y sé feliz". Y así lo ves meterse en el mar, tú entrarás más tarde, pasado un rato, ahora tiene que estar solo. 








Pues esta es una de nuestras misiones aquí. Ayudar sin esperar nada a cambio, dar fuerza a quién le falta y ser feliz con la felicidad de los demás. 













Hay épocas en las que debemos ser más egoístas y viajar solos entre cresta y cresta de ola, debemos dejarnos dar forma sin que nada ni nadie nos condicione. Pero hay otras en las que debemos aumentar nuestro peso, coger a alguien de la mano o ser lastre de otro, para cambiar la forma de cambiarnos. Sí, para cambiar la forma de cambiarnos. Para modificar la manera de marcarnos. Porque los golpes no se reciben igual solos que acompañados, ni los arañados ni las erosiones ligeras.
Este es uno de los caminos para llevar una vida plena. Ser ayudado, ayudar, y ayudarse uno mismo. 
Somos como vidrio en el mar, al principio tenemos forma abrupta y es difícil cogernos sin hacer daño. Pero con el paso del tiempo, nos convertimos en cristales preciosos, en pequeños tesoros escondidos en la inmensidad de esa manta azul, dispuestos a provocar sonrisas a todo aquel que se detenga un segundo a observarnos. 

lunes, 18 de junio de 2012

Tiempo

El tiempo es el mejor juez y no debemos forzarle a tomar ninguna decisión, porque él lo hará en el momento justo. Cuando todo tenga sentido y no nos preguntemos por qué, cuando seamos capaces de aceptar sus medidas sin condiciones, cuando no pongamos falsas esperanzas en posibles retornos.

El tiempo sabe lo que tiene que hacer. Tú elegirás tu camino y en consecuencia, vivirás unas u otras experiencias, pero el tiempo se encargará de que duren lo justo, de que ocurran en el momento adecuado. 
El tiempo no falla. Si dejas algo a su aire, "y que el tiempo decida", esta claro que lo hará, y seguro que correctamente, aunque en ese instante pueda dolernos, será eso, un instante.
El tiempo pone a cada uno en su lugar, y que gran verdad es. A veces cerca, a veces lejos, pero siempre te pone donde te corresponde. 
El tiempo es, frecuentemente, la mejor solución a cualquier problema. 
Para darnos cuenta de nuestro error. Para darnos cuenta de su error. 
El tiempo nos da la razón cuando la tenemos y nos la quita cuando no. Si prejuzgamos mal a alguien, si tomamos una mala decisión, si no estamos seguros de algo o de alguien...
Uno de mis defectos-virtudes es la de prejuzgar a la gente por un solo acto. Defecto porque eso no de debe hacer, debes ir juntando detalles para crearte la imagen de una persona. Virtud porque rara vez me equivoco. 
Tiempo, tiempo y más tiempo. Ese es el remedio contra toda fatalidad. Contra todo malestar. Contra todo dolor. 
Y yo tengo todo el del mundo.

domingo, 10 de junio de 2012

Lo que es, es.

Hay cosas en esta vida que son inevitables. Una discusión, una reconciliación, una pérdida de relación, un distanciamiento, un acercamiento... Nos empeñamos en forzar cosas que no deber pasar y en huir de otras que por más que corramos, nos alcanzarán tarde o temprano.
Normalmente tratamos de que lo malo no ocurra, no suceda. Tenemos miedo a una disputa, a abrir un debate, o a dar nuestra opinión porque eso creará un conflicto. Pero no siempre es así.
A menudo nos lanzamos con los ojos cerrados y a la aventura hacia aquello que creemos es lo mejor, lo positivo... creemos que así seremos más felices, nuestra vida tendrá más armonía y sonreiremos más. Pero no siempre es así.
El ser humano por naturaleza tiende a querer decidir sobre sus pasos. Tiende a querer mandar sobre lo que acontece. Tiende a querer manejar el cotarro. 
Pero nos equivocamos al hacerlo.
Una de mis maneras de ver las cosas es "Si algo está de pasar, pasa". Y pocas veces me equivoco. Entre medias puede ocurrir de todo, culpa nuestra o del propio destino que no quiere ponérnoslo fácil, pero si algo debe surgir, salir, ser... surgirá, saldrá, será.
Nos empeñamos en darle fuerza a algo que no la tiene y a quitársela a lo que sí la posee. Creemos firmemente que ese es el camino correcto y pisamos con fuerza, subimos cuestas imposibles y sudamos, sudamos como cerdos por llegar a ese lugar que creemos ideal.
Puede que no nos equivoquemos, y lo más probable es que le pongamos ese entusiasmo porque no queremos ver, por testarudos y orgullosos, que hay otro camino, plano y cuesta abajo, a la sombra, que nos lleva a una meta mejor. Pero ese camino es también más oscuro, estrecho y tenebroso, al estilo Tim Burton. Nos da miedo, y necesitamos mucho valor para enfrentarlo. 







Así que, tras mucho pensar, he decido que voy a dejarme llevar. 








No voy a preguntarme hacia dónde quiero ir. No voy a obligarme a decidir un camino. No voy a guiarme por lo que veo, si no por lo que siento. No voy a preguntarme qué espero de ese paseo. No voy a mirar que hay al final del sendero. No voy a ir contra el viento. No voy a nadar contra corriente. No voy a ser lo que no quiero. No voy a negarme a ser como quiero. 
Voy a cerrar los ojos y a dejarme influir por el resto de mis sentidos. Así es como pienso llegar a la felicidad. 
Mejoraré el tacto para, a través de mis manos, descubrir posibles espinas y averiguar la textura de cada situación. Y si no me gusta, giro 90º.
Abriré mis oidos para que, cuando me lleguen los mensajes, lleguen claros y concisos. Al tener sitio para pasar, elimino los filtros y elimino los dobles sentidos. Y si no me gusta, giro 90º.
Ampliaré mi gama de sabores, para no cerrarme ante nada y comerme el mundo las veces que haga falta. A mordiscos, a lametazos, a besos. Y si no me gusta, giro 90º.
Inspiraré más fuerte cada vez para captar cada uno de los olores que me rodean, de manera que cada vez que vuelvan a mí, me evoquen recuerdos. Recuerdos que regalan sonrisas. Y si no me gusta, giro 90º.
Y así conseguiré serme fiel al 101%. Como siempre hasta el momento.
Un secreto... de vez en cuando abriré los ojos. Hay cosas que son dignas de ver. ;)

jueves, 7 de junio de 2012

Auto-engaño

Cuando la vida te dé limones, haz limonada. Permíteme que lo dude.
Cuando la vida te dé la espalda, tócala el culo. Continuo dudando.
Si la vida te da golpes, estás mal. Digas lo que digas, actúes como actúes, sonrías como sonrías... Te han molido a palos y estás jodido. Acéptalo.
Auto-engañarse es una buena solución de cara a la galería. Si los que te rodean te creen bien, te sienten optimista, curado de espanto y te ven sonreír, ellos te darán más energía aún y te ayudarán a superar el bache. 




Porque para mí, un amigo es quién me ayuda a levantarme, no quién me consuela en la mierda y me deja ahí. Amigo es quién me saca de casa cuando estoy mal, me regala carcajadas y tardes de silencio cómodo a su lado. No quién me dice lo desgraciadita que soy, se lamenta por mi mala suerte y me apoya con una frase tan básica como vacía de sentimiento "ya pasará, no te preocupes".




Pero ese no es el tema que hoy me ocupa. 
Yo, dentro de mis muchos fallos, práctico muy a menudo el auto-engaño. Soy muy propensa a decirme "estás bien, esto es lo que buscabas, lo que necesitabas, ahora lo comprendes todo" y no.
Este método suele servirme las primeras horas, incluso la primera noche post-golpe. Pero a la mañana siguiente, en frío, sé perfectamente, porque me conozco, que lo de ayer sólo era un espejismo. Que no estoy contenta, que ésto no es lo que quiero, y que ojalá todo fuera como antes.
Agarrarse a algo que pasó, se fue, no volverá y que incluso... ¿alguna vez estuvo? es malo. Es incoherente ver pasar la vida amarrada a un recuerdo ya muy lejano, ya muy borroso, ya sin sentido, si es que alguna vez lo tuvo. Es absurdo, como todo en este camino. 
Porque poner buena cara, divertirme, pasarlo bien, salir, disfrutar, no quita para que a mí se me encoja el alma cada vez que de golpe vuelvo a la realidad. 
Esa sensación extraña, cuando algo te sube desde el estómago hasta la cabeza y te deja noqueado durante un rato, con un mareo que no es mareo, con un nudo en el pecho que no es nudo, y con unas ganas de inmensas de volver 5min atrás y no ver lo que has visto.
Una cosa es saberlo, conocerlo, ser consciente de ello. Otra muy distinta, ser capaz de enfrentarlo. 
Porque sí, normalmente todo lo que digo en voz alta es verdad, pero todo lo que me guardo es, a menudo, mucho más real, mucho más fuerte, y mucho más duro de asimilar.
Soy muy fan de tener todo muy claro, de saber a lo que me enfrento y de conocer mis reacciones. Por eso muchas veces me miento, me convenzo de que esto es lo correcto, lo adecuado, lo bueno... Y sonrío y me doy golpes de pecho, lo creo superado y respiro fuerte, puedo con todo. 
MENTIRA.
Duele. Duele como siempre ha dolido, como antes y como después. 
Duele porque tiene que doler, porque tengo sentimientos y no puedo aparcarlos. 
Duele porque es lo que hay y no hay quién lo cambie.
Duele porque si no doliera, no sería yo.
Duele porque aunque me crea fuerte y madura, soy yo.
Duele porque tiene que doler.

sábado, 2 de junio de 2012

Balance anual 1

Todo el mundo hace balances a lo largo del año. Yo, concretamente, hago 3.
El primero (o el último más bien) en Nochevieja. Este lo hace todo el mundo, analizamos como terminamos el año, como lo empezamos, qué queremos cambiar, eliminar, añadir, mejorar o terminar. Se trata de un balance común, en el que me propongo cosas y recuerdo otras. Nada serio, mucha ilusión.
El segundo, en mi cumpleaños, cada 21 de noviembre me vienen a la cabeza 1001 recuerdos. A menudo suelo crecer, añadir un año a mi edad por esas fechas y eso implica muchos cambios. Es en esos días cuando puedo echar la vista atrás y ver cuánto he madurado, que decisiones he tomado, cuáles han sido correctas y cuáles no. Este sería un balance moral, íntimo y propio.
El tercero es el que toca hoy. Cada último sábado de fiestas de Hortaleza, durante los fuegos artificiales, da comiendo un nuevo año para mí. Y lo que ahí analizo es la gente que tengo al lado. Quién repite experiencia conmigo, quién está hoy más lejos que hace 12 meses, quién se fue y no volverá, quien no está nunca pero sí lo hace en esos minutos de luz y color. Comparo mis amistades con las de hace un tiempo, su valor y su influencia en mí.

Pues ahí vamos. 
Balance de fin de fiestas. 

Balance anual 1


Por un lado me acuerdo de la gente que año tras año siempre está conmigo el primer sábado de junio a las 00:00, a mi lado, como durante toda la vida. Son esas chicas que pase lo que pase, siempre están, mi consejo de sabias, esas 3 chicas con las que no hablo lo suficientemente a menudo pero a las que adoro con todo mi corazón. Esta noche, volverán a estar junto a mí, y espero que ese no cambie nunca. 
Por otro, me acuerdo de mi Estrellita azul. Nunca veo los fuegos con ella, pero justo antes y justo después, mi noche es ella, sus risas, sus gritos, sus locuras. Mientras estallan en el cielo luces de todos los colores, ella está en mi cabeza, y el resto del año nunca me falla. Sin ella nada sería igual. Nada habría sido igual, ni nada será igual. Es parte de mi vida y no cambio un minuto con ella por nada.
En tercer lugar tenemos a esa gente que nunca está, no porque no quieran, si no porque no nos llamamos, no nos buscamos, no nos necesitamos, pero en las fiestas volvemos a vernos. El sábado pasado vi a algunos de ellos, hoy veré al resto. Al final de esta noche, volverán a marcharse como el año pasado, pero el que viene volverán a estar. Y así cada vez, y no pesa, porque hay relaciones que son así, sin más.
Y por último, esa gente que ha entrado en mi vida en este último año y que hoy estará conmigo. Esa gente que hace 12 meses no conocía y hoy por hoy, se me hace imprescindible. Gente que espero siga compartiendo su tiempo conmigo, gente que me ha  dado muchas cosas, gente que adoro. 


Creo que este ha sido uno de mis mejores años, igual que pasó con el 2011. No analizamos los mismos conceptos pero si obtenemos el mismo resultado. 
Un año en el que he conocido a gente genial, gente que me ha aportado infinidad de cosas nuevas, sensaciones, experiencias... 
Un año en el que quién no era importante se ha desenmascarado y que, gracias a Dios, ya no contemplo entre mis amistades.
Un año en el que se han reforzado amistades. 
Un buen año sin duda.
Esta vez no toca emocionarse con los brillos del cielo, no toca sentir nostalgia. Esta vez toca respirar hondo y disfrutar como una enana. Poner carita de ilusión y no bajar la mirada ni un minuto. 
Qué bien estoy, joder!! =D

Me gusta así

Hay veces que me cuesta, que las cosas creo que me van grandes, o que no quiero seguir así.
Hay veces que tiraría todo el esfuerzo por la borda y volvería sobre mis pasos.
Pero son arrebatos, en realidad estoy cómoda así. En frío lo pienso y me gusta esta idea, esta nueva manera de llevar las cosas. Esta nueva normalidad con la que se trata el tema, con que nos tratamos. Así es todo más fácil. Y me gusta.







Me gusta que la respuesta automática a situaciones inverosímiles sea una carcajada incontrolada y espontánea. 








No estoy todo el rato bien, ni todos los momentos son buenos, ni todas las palabras las adecuadas, pero me gusta no analizar cada uno de ellos, simplemente, vivirlos.
Me gusta disfrutar de lo que tengo y de lo que soy, de cada minuto que tengo por delante y recordar siempre con una sonrisa el minuto pasado. 
A veces cometo locuras incoherentes, a veces tengo fallos garrafales y me tiro al río sin mirar si hay piedras o arena en el fondo... Pero da igual, así soy yo, y siento cada tontería que hago.
Porque soy de esas personas a las que le gusta poder decir bien alto, orgullosa y con la cabeza levantada "no me arrepiento de haberlo hecho" sin miedo a contradicciones. 
Me gusta ser coherente con mis sentimientos, al 100% o al porcentaje que las circunstancias me lo permitan, pero nunca por debajo del 80%. 
Me gusta no sentirme mal por nada, estar tranquila y tener limpia la conciencia. Ser plenamente responsable de mis actos irresponsables. Yo y sólo yo dirijo mi vida. Yo mando en ella, yo llevo las riendas, yo decido.
Me gusta cuando los que me rodean le dan el visto bueno a mis locuras, aunque su respuesta a modo de aprobación sea una carcajada y una alusión a mi enajenación mental transitoria. 
Pero más me gusta cuando alucinan, no ven absoluto posible que esto o aquello esté pasando o pueda ocurrir, pero a la vez saben que si lo hago yo... todo es posible.
Me gusta tener gente a mi alrededor que me apoya, que me quiere, que se ríe conmigo. 
Me gusta hacer planes a largo plazo y que se cumplan porque eso significa que esas personas siguen en mi vida y continúan siendo tan importantes como entonces. Me gusta cumplir los planes y los plazos.
Me gusta cumplir conmigo, y ahora mismo, me soy fiel al 101%! =D

jueves, 31 de mayo de 2012

Punto, y final.

Hay momentos en los que, no sabes bien por qué, pero decides dar por terminada una situación. No es un enfado, no es una discusión, no es una mala mirada. Es una palabra, que no va con mala intención, ni tiene doble sentido, ni duele, pero que colma el vaso de la paciencia.
Y no es culpa suya, tampoco tuya, simplemente ha pasado.
No sientes pena, no sientes tristeza, no hay melancolía. Estabas al borde de ese río, en un salto lo cruzabas y a otra cosa, pero no encontrabas el tramo más estrecho para hacerlo sin mojarte, así que seguías ahí, en la misma orilla, esperando algo que te atrapase para siempre.

Y de repente, lo ves, un puente al otro lado. Te pones delante, y miras atrás esperando que alguien te retenga, pero en vez de eso ves que no, que aquí ya no haces nada. Y cruzas, más segura que nunca de que ahora sí podrás y que a esta orilla no vas a volver.








En realidad no sabes lo que te espera allí. Quizá sea mejor, o quizá peor de lo que tenías antes, pero ya estabas cansada. Siempre la misma historia, siempre el mismo ritmo, las mismas soluciones a los mismos problemas.








Empezabas a estar harta de todo, y cuando te hartas de algo, hay que cambiarlo. Y cambiarlo no es reemplazarlo, es cambiar tu punto de vista sobre ellos. Quizá el problema estaba en que no lo mirabas como debías. Quizá así las cosas vayan mejor... ¿Quizá? No. Estoy segura de que ahora todo va a ir a mejor.
Me encanta esa sensación de poder con todo cuando sabes que has tomado la decisión correcta, que es el momento adecuado para hacerlo. Cuando te sientes capaz de todo, cuando todo empieza a funcionar como tendría que haberlo hecho siempre. 
No es un cambio al uso, no es un cambio de personalidad, no es un cambio de persona, es sólo el final de una etapa. 
Como cuando lees un libro. El capítulo ha terminado, pero aún queda mucha historia por delante.