Cuando la vida te dé limones, haz limonada. Permíteme que lo dude.
Cuando la vida te dé la espalda, tócala el culo. Continuo dudando.
Si la vida te da golpes, estás mal. Digas lo que digas, actúes como actúes, sonrías como sonrías... Te han molido a palos y estás jodido. Acéptalo.
Auto-engañarse es una buena solución de cara a la galería. Si los que te rodean te creen bien, te sienten optimista, curado de espanto y te ven sonreír, ellos te darán más energía aún y te ayudarán a superar el bache.
Porque para mí, un amigo es quién me ayuda a levantarme, no quién me consuela en la mierda y me deja ahí. Amigo es quién me saca de casa cuando estoy mal, me regala carcajadas y tardes de silencio cómodo a su lado. No quién me dice lo desgraciadita que soy, se lamenta por mi mala suerte y me apoya con una frase tan básica como vacía de sentimiento "ya pasará, no te preocupes".
Pero ese no es el tema que hoy me ocupa.
Yo, dentro de mis muchos fallos, práctico muy a menudo el auto-engaño. Soy muy propensa a decirme "estás bien, esto es lo que buscabas, lo que necesitabas, ahora lo comprendes todo" y no.
Este método suele servirme las primeras horas, incluso la primera noche post-golpe. Pero a la mañana siguiente, en frío, sé perfectamente, porque me conozco, que lo de ayer sólo era un espejismo. Que no estoy contenta, que ésto no es lo que quiero, y que ojalá todo fuera como antes.
Agarrarse a algo que pasó, se fue, no volverá y que incluso... ¿alguna vez estuvo? es malo. Es incoherente ver pasar la vida amarrada a un recuerdo ya muy lejano, ya muy borroso, ya sin sentido, si es que alguna vez lo tuvo. Es absurdo, como todo en este camino.
Porque poner buena cara, divertirme, pasarlo bien, salir, disfrutar, no quita para que a mí se me encoja el alma cada vez que de golpe vuelvo a la realidad.
Esa sensación extraña, cuando algo te sube desde el estómago hasta la cabeza y te deja noqueado durante un rato, con un mareo que no es mareo, con un nudo en el pecho que no es nudo, y con unas ganas de inmensas de volver 5min atrás y no ver lo que has visto.
Una cosa es saberlo, conocerlo, ser consciente de ello. Otra muy distinta, ser capaz de enfrentarlo.
Porque sí, normalmente todo lo que digo en voz alta es verdad, pero todo lo que me guardo es, a menudo, mucho más real, mucho más fuerte, y mucho más duro de asimilar.
Soy muy fan de tener todo muy claro, de saber a lo que me enfrento y de conocer mis reacciones. Por eso muchas veces me miento, me convenzo de que esto es lo correcto, lo adecuado, lo bueno... Y sonrío y me doy golpes de pecho, lo creo superado y respiro fuerte, puedo con todo.
MENTIRA.
Duele. Duele como siempre ha dolido, como antes y como después.
Duele porque tiene que doler, porque tengo sentimientos y no puedo aparcarlos.
Duele porque es lo que hay y no hay quién lo cambie.
Duele porque si no doliera, no sería yo.
Duele porque aunque me crea fuerte y madura, soy yo.
Duele porque tiene que doler.
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