viernes, 29 de junio de 2012

Cicatriz

Tengo una en la frente, en el centro, y es como mi seña de identidad. De hecho, es mi signo para la lengua de sordos. 
Tengo otra en el empeine derecho. De una caída ha hecho ahora un año. Antes quería taparla, pero ahora siempre la enseño.
La del empeine vino acompañada de otra, que va de la rodilla hacia abajo y el interior de la pierna. Me gusta menos, pero se nota poco. 
Y esas son las que se ven, de las que no se aprecian a simple vista y hay que explicar con todo detalle tengo bastante más de tres, todas o casi todas por la misma razón, y todas o casi todas, cerradas y bien curadas.
Considero que las cicatrices son como pequeños trofeos de los que en un primer momento no estamos nada orgullosos. Han dolido, todavía duelen, y las curas no son fáciles. Limpia y echa antiséptico. Limpia y echa crema para las quemaduras. Limpia y deja al aire. Limpia y procura no mojar. Limpia. Limpia. Limpia.
Ésa es la clave. Limpiar. 
Las heridas son inevitables. Vas por la calle y un tropezón tonto te hace caer y quedas marcado de por vida. Pero debemos aprender de ellas, porque de seguro que la próxima vez que pasemos por ese sitio, iremos con mucho más cuidado. 
Mientras están abiertas es difícil no pensar en lo tontos que fuimos, en que podíamos haber mirado mejor e incluso, caminamos con miedo, pisamos suave, despacio y siempre tanteando antes el terreno. 
Además de ese temor lógico, de esa paranoia que nos hemos creado a raíz de esa estúpida caída... duele. Porque las heridas, cuando se están curando, duelen, y pican, y escuecen.








¿Nunca os lo han dicho de pequeños? 
-Mamáaaa!! aaah!! Que escueceee!!
-Eso es porque se está curando, hija.
-Papáa!! Alcohol no! ALCOHOL NO!!!
-Que sí hijo, que sí, que esto cura. Ya verás.
Y tú quieres matar a tu padres... 












Pero te están dando la gran lección. Porque al cabo de un tiempo, esa herida ya no duele. Ya no pica, ni escuece. Ahora sólo queda una marca en tu piel, que semana tras semana va borrándose. Y al final olvidas dónde la tienes y hay que buscarla, y olvidas cómo te la hiciste y la confundes otra... 
Y esto vale para las cicatrices que se ven; Y para las que no se ven. 
Las que puedes ocultar; esas que tapas con una sonrisa pero que cuando llegas a casa te hacen brotar una lágrima, esas que dices que ya no duelen pero lo hacen más que nunca, ésas. 
Ésas tienen un proceso de curación mucho más largo, probablemente más doloroso y no son tan fáciles de limpiar. Para éstas no hay betadine, silvederma, ni alcohol puro 96º... Estás se curan con el tiempo. Con el tiempo y con los ojos, las manos, la cabeza, los labios... Sabores, olores, miradas, que van limpiando la herida y propiciando su cicatrización. 
Esto no es lo de "un clavo saca a otro clavo". Esto es más... "un grano no hace granero, pero ayuda al compañero". 
Cuando alguien nos hace un hueco en el corazón y no somos capaces de cerrarlo ni con puntos, ni con grapas, ni con pegamento quirúrgico, creemos que ya nada se puede hacer y perdemos la esperanza por completo. Dejamos que se infecte y se llene de pus. Se inflama, se ponga blanco y duela. Eso si que duele. Duele más una infección que una herida.
Duele más la saja infectada que el corte. Duele más el moratón que el golpe. Duele más un grano infectado que una espinilla. 
No debes permitir que nadie infecte tus heridas. Cúralas y disponte a caminar para hacerte más. Antes de lo que crees, esa cicatriz que hoy es fea y quieres ocultar, se va a convertir en una marca tuya, propia e inimitable y vas a querer enseñársela al mundo.
Porque las cicatrices no duelen. Son marcas de guerra. Son marcas de batallas ganadas. Una caída, un hierro clavado, una quemadura de plancha, una quemadura por fricción, una operación... o una persona. 
Si no has dejado de caminar, de planchar la ropa o el pelo, de meterte dónde no debes, ni de dejarte cortar por un bisturí, no dejes de ilusionarte, de enamorarte, de dejarte llevar por lo que duele en el pecho y no en la cabeza, de ser feliz a costa de otro y de hacer a otro feliz a costa tuya.
Cicatrizar lleva tiempo, pero no tanto como crees. Tápalo con una gasa y a correr. 

martes, 19 de junio de 2012

Vidrio de mar

Vidrio de mar. Eso somos. Cachitos rotos de una botella que poco a poco van cogiendo forma, puliendo aristas, redondeando esquinas... Para al final, llegar a ser lo que somos.
Normalmente vamos solos. Nos metemos en mareas, fluimos con el oleaje, y cada granito de arena que nos toca, nos deja huella. 
A veces vamos detrás de otro pedazo de cristal amorfo, y eso nos condiciona las marcas. Adquirimos los mismos detalles que nuestro compañero y esto puede ser bueno y malo.
Bueno, porque quizá el de enfrente sea una influencia perfecta y malo, porque en vez de granitos de arena, puede ir soltando piezas con puntas que en vez de huella, dejen arañazos en nuestra superficie.
Pero hay otros momentos, los cuáles yo considero más importantes, en los que debemos coger a alguien de la mano y guiarlo. Este pequeño cristal no tiene brillo, está estancado en un pozo, el agua no se mueve y tiene todos sus picos puntiagudos, si te acercas mucho, te pincha, se defiende, porque está acostumbrado a estar solo, pero si vas poco a poco, se deja abrazar y llevar.
Es entonces cuando empieza tu tarea. Una vez has conseguido que ese vidrio chiquitito te siga, debes conducirlo hasta el mar. Esa es tu misión. No darle forma, tú no tienes tanto poder. Simplemente debes enseñarle el camino para poder darse forma a si mismo con ayuda de lo que pase en su vida, porque hasta entonces, no ha pasado nada.
Sabes que tiene miedo, y va muy despacito. Así que le dices "yo te abro camino, tú ve detrás de mí y no temas por nada, todo saldrá bien". Y miras por el espejo retrovisor, y lo ves ahí, mirando curioso todo lo que le rodea, procurando no perderse ningún detalle y buscando continuamente su referencia. Tú. 
Al final del camino puedes ver la playa, una playa desierta que sólo tiene por compañeros el sonido del mar y las gaviotas que pasean por su cielo. Y ahí, en la orilla, mojándoos los pies le dices "aquí te dejo, ahora sabes lo que tienes que hacer, no estaré lejos, siempre que me necesites, apareceré sin ser llamado, pero ahora te toca viajar solo. Ve. Vive. Y sé feliz". Y así lo ves meterse en el mar, tú entrarás más tarde, pasado un rato, ahora tiene que estar solo. 








Pues esta es una de nuestras misiones aquí. Ayudar sin esperar nada a cambio, dar fuerza a quién le falta y ser feliz con la felicidad de los demás. 













Hay épocas en las que debemos ser más egoístas y viajar solos entre cresta y cresta de ola, debemos dejarnos dar forma sin que nada ni nadie nos condicione. Pero hay otras en las que debemos aumentar nuestro peso, coger a alguien de la mano o ser lastre de otro, para cambiar la forma de cambiarnos. Sí, para cambiar la forma de cambiarnos. Para modificar la manera de marcarnos. Porque los golpes no se reciben igual solos que acompañados, ni los arañados ni las erosiones ligeras.
Este es uno de los caminos para llevar una vida plena. Ser ayudado, ayudar, y ayudarse uno mismo. 
Somos como vidrio en el mar, al principio tenemos forma abrupta y es difícil cogernos sin hacer daño. Pero con el paso del tiempo, nos convertimos en cristales preciosos, en pequeños tesoros escondidos en la inmensidad de esa manta azul, dispuestos a provocar sonrisas a todo aquel que se detenga un segundo a observarnos. 

lunes, 18 de junio de 2012

Tiempo

El tiempo es el mejor juez y no debemos forzarle a tomar ninguna decisión, porque él lo hará en el momento justo. Cuando todo tenga sentido y no nos preguntemos por qué, cuando seamos capaces de aceptar sus medidas sin condiciones, cuando no pongamos falsas esperanzas en posibles retornos.

El tiempo sabe lo que tiene que hacer. Tú elegirás tu camino y en consecuencia, vivirás unas u otras experiencias, pero el tiempo se encargará de que duren lo justo, de que ocurran en el momento adecuado. 
El tiempo no falla. Si dejas algo a su aire, "y que el tiempo decida", esta claro que lo hará, y seguro que correctamente, aunque en ese instante pueda dolernos, será eso, un instante.
El tiempo pone a cada uno en su lugar, y que gran verdad es. A veces cerca, a veces lejos, pero siempre te pone donde te corresponde. 
El tiempo es, frecuentemente, la mejor solución a cualquier problema. 
Para darnos cuenta de nuestro error. Para darnos cuenta de su error. 
El tiempo nos da la razón cuando la tenemos y nos la quita cuando no. Si prejuzgamos mal a alguien, si tomamos una mala decisión, si no estamos seguros de algo o de alguien...
Uno de mis defectos-virtudes es la de prejuzgar a la gente por un solo acto. Defecto porque eso no de debe hacer, debes ir juntando detalles para crearte la imagen de una persona. Virtud porque rara vez me equivoco. 
Tiempo, tiempo y más tiempo. Ese es el remedio contra toda fatalidad. Contra todo malestar. Contra todo dolor. 
Y yo tengo todo el del mundo.

domingo, 10 de junio de 2012

Lo que es, es.

Hay cosas en esta vida que son inevitables. Una discusión, una reconciliación, una pérdida de relación, un distanciamiento, un acercamiento... Nos empeñamos en forzar cosas que no deber pasar y en huir de otras que por más que corramos, nos alcanzarán tarde o temprano.
Normalmente tratamos de que lo malo no ocurra, no suceda. Tenemos miedo a una disputa, a abrir un debate, o a dar nuestra opinión porque eso creará un conflicto. Pero no siempre es así.
A menudo nos lanzamos con los ojos cerrados y a la aventura hacia aquello que creemos es lo mejor, lo positivo... creemos que así seremos más felices, nuestra vida tendrá más armonía y sonreiremos más. Pero no siempre es así.
El ser humano por naturaleza tiende a querer decidir sobre sus pasos. Tiende a querer mandar sobre lo que acontece. Tiende a querer manejar el cotarro. 
Pero nos equivocamos al hacerlo.
Una de mis maneras de ver las cosas es "Si algo está de pasar, pasa". Y pocas veces me equivoco. Entre medias puede ocurrir de todo, culpa nuestra o del propio destino que no quiere ponérnoslo fácil, pero si algo debe surgir, salir, ser... surgirá, saldrá, será.
Nos empeñamos en darle fuerza a algo que no la tiene y a quitársela a lo que sí la posee. Creemos firmemente que ese es el camino correcto y pisamos con fuerza, subimos cuestas imposibles y sudamos, sudamos como cerdos por llegar a ese lugar que creemos ideal.
Puede que no nos equivoquemos, y lo más probable es que le pongamos ese entusiasmo porque no queremos ver, por testarudos y orgullosos, que hay otro camino, plano y cuesta abajo, a la sombra, que nos lleva a una meta mejor. Pero ese camino es también más oscuro, estrecho y tenebroso, al estilo Tim Burton. Nos da miedo, y necesitamos mucho valor para enfrentarlo. 







Así que, tras mucho pensar, he decido que voy a dejarme llevar. 








No voy a preguntarme hacia dónde quiero ir. No voy a obligarme a decidir un camino. No voy a guiarme por lo que veo, si no por lo que siento. No voy a preguntarme qué espero de ese paseo. No voy a mirar que hay al final del sendero. No voy a ir contra el viento. No voy a nadar contra corriente. No voy a ser lo que no quiero. No voy a negarme a ser como quiero. 
Voy a cerrar los ojos y a dejarme influir por el resto de mis sentidos. Así es como pienso llegar a la felicidad. 
Mejoraré el tacto para, a través de mis manos, descubrir posibles espinas y averiguar la textura de cada situación. Y si no me gusta, giro 90º.
Abriré mis oidos para que, cuando me lleguen los mensajes, lleguen claros y concisos. Al tener sitio para pasar, elimino los filtros y elimino los dobles sentidos. Y si no me gusta, giro 90º.
Ampliaré mi gama de sabores, para no cerrarme ante nada y comerme el mundo las veces que haga falta. A mordiscos, a lametazos, a besos. Y si no me gusta, giro 90º.
Inspiraré más fuerte cada vez para captar cada uno de los olores que me rodean, de manera que cada vez que vuelvan a mí, me evoquen recuerdos. Recuerdos que regalan sonrisas. Y si no me gusta, giro 90º.
Y así conseguiré serme fiel al 101%. Como siempre hasta el momento.
Un secreto... de vez en cuando abriré los ojos. Hay cosas que son dignas de ver. ;)

jueves, 7 de junio de 2012

Auto-engaño

Cuando la vida te dé limones, haz limonada. Permíteme que lo dude.
Cuando la vida te dé la espalda, tócala el culo. Continuo dudando.
Si la vida te da golpes, estás mal. Digas lo que digas, actúes como actúes, sonrías como sonrías... Te han molido a palos y estás jodido. Acéptalo.
Auto-engañarse es una buena solución de cara a la galería. Si los que te rodean te creen bien, te sienten optimista, curado de espanto y te ven sonreír, ellos te darán más energía aún y te ayudarán a superar el bache. 




Porque para mí, un amigo es quién me ayuda a levantarme, no quién me consuela en la mierda y me deja ahí. Amigo es quién me saca de casa cuando estoy mal, me regala carcajadas y tardes de silencio cómodo a su lado. No quién me dice lo desgraciadita que soy, se lamenta por mi mala suerte y me apoya con una frase tan básica como vacía de sentimiento "ya pasará, no te preocupes".




Pero ese no es el tema que hoy me ocupa. 
Yo, dentro de mis muchos fallos, práctico muy a menudo el auto-engaño. Soy muy propensa a decirme "estás bien, esto es lo que buscabas, lo que necesitabas, ahora lo comprendes todo" y no.
Este método suele servirme las primeras horas, incluso la primera noche post-golpe. Pero a la mañana siguiente, en frío, sé perfectamente, porque me conozco, que lo de ayer sólo era un espejismo. Que no estoy contenta, que ésto no es lo que quiero, y que ojalá todo fuera como antes.
Agarrarse a algo que pasó, se fue, no volverá y que incluso... ¿alguna vez estuvo? es malo. Es incoherente ver pasar la vida amarrada a un recuerdo ya muy lejano, ya muy borroso, ya sin sentido, si es que alguna vez lo tuvo. Es absurdo, como todo en este camino. 
Porque poner buena cara, divertirme, pasarlo bien, salir, disfrutar, no quita para que a mí se me encoja el alma cada vez que de golpe vuelvo a la realidad. 
Esa sensación extraña, cuando algo te sube desde el estómago hasta la cabeza y te deja noqueado durante un rato, con un mareo que no es mareo, con un nudo en el pecho que no es nudo, y con unas ganas de inmensas de volver 5min atrás y no ver lo que has visto.
Una cosa es saberlo, conocerlo, ser consciente de ello. Otra muy distinta, ser capaz de enfrentarlo. 
Porque sí, normalmente todo lo que digo en voz alta es verdad, pero todo lo que me guardo es, a menudo, mucho más real, mucho más fuerte, y mucho más duro de asimilar.
Soy muy fan de tener todo muy claro, de saber a lo que me enfrento y de conocer mis reacciones. Por eso muchas veces me miento, me convenzo de que esto es lo correcto, lo adecuado, lo bueno... Y sonrío y me doy golpes de pecho, lo creo superado y respiro fuerte, puedo con todo. 
MENTIRA.
Duele. Duele como siempre ha dolido, como antes y como después. 
Duele porque tiene que doler, porque tengo sentimientos y no puedo aparcarlos. 
Duele porque es lo que hay y no hay quién lo cambie.
Duele porque si no doliera, no sería yo.
Duele porque aunque me crea fuerte y madura, soy yo.
Duele porque tiene que doler.

sábado, 2 de junio de 2012

Balance anual 1

Todo el mundo hace balances a lo largo del año. Yo, concretamente, hago 3.
El primero (o el último más bien) en Nochevieja. Este lo hace todo el mundo, analizamos como terminamos el año, como lo empezamos, qué queremos cambiar, eliminar, añadir, mejorar o terminar. Se trata de un balance común, en el que me propongo cosas y recuerdo otras. Nada serio, mucha ilusión.
El segundo, en mi cumpleaños, cada 21 de noviembre me vienen a la cabeza 1001 recuerdos. A menudo suelo crecer, añadir un año a mi edad por esas fechas y eso implica muchos cambios. Es en esos días cuando puedo echar la vista atrás y ver cuánto he madurado, que decisiones he tomado, cuáles han sido correctas y cuáles no. Este sería un balance moral, íntimo y propio.
El tercero es el que toca hoy. Cada último sábado de fiestas de Hortaleza, durante los fuegos artificiales, da comiendo un nuevo año para mí. Y lo que ahí analizo es la gente que tengo al lado. Quién repite experiencia conmigo, quién está hoy más lejos que hace 12 meses, quién se fue y no volverá, quien no está nunca pero sí lo hace en esos minutos de luz y color. Comparo mis amistades con las de hace un tiempo, su valor y su influencia en mí.

Pues ahí vamos. 
Balance de fin de fiestas. 

Balance anual 1


Por un lado me acuerdo de la gente que año tras año siempre está conmigo el primer sábado de junio a las 00:00, a mi lado, como durante toda la vida. Son esas chicas que pase lo que pase, siempre están, mi consejo de sabias, esas 3 chicas con las que no hablo lo suficientemente a menudo pero a las que adoro con todo mi corazón. Esta noche, volverán a estar junto a mí, y espero que ese no cambie nunca. 
Por otro, me acuerdo de mi Estrellita azul. Nunca veo los fuegos con ella, pero justo antes y justo después, mi noche es ella, sus risas, sus gritos, sus locuras. Mientras estallan en el cielo luces de todos los colores, ella está en mi cabeza, y el resto del año nunca me falla. Sin ella nada sería igual. Nada habría sido igual, ni nada será igual. Es parte de mi vida y no cambio un minuto con ella por nada.
En tercer lugar tenemos a esa gente que nunca está, no porque no quieran, si no porque no nos llamamos, no nos buscamos, no nos necesitamos, pero en las fiestas volvemos a vernos. El sábado pasado vi a algunos de ellos, hoy veré al resto. Al final de esta noche, volverán a marcharse como el año pasado, pero el que viene volverán a estar. Y así cada vez, y no pesa, porque hay relaciones que son así, sin más.
Y por último, esa gente que ha entrado en mi vida en este último año y que hoy estará conmigo. Esa gente que hace 12 meses no conocía y hoy por hoy, se me hace imprescindible. Gente que espero siga compartiendo su tiempo conmigo, gente que me ha  dado muchas cosas, gente que adoro. 


Creo que este ha sido uno de mis mejores años, igual que pasó con el 2011. No analizamos los mismos conceptos pero si obtenemos el mismo resultado. 
Un año en el que he conocido a gente genial, gente que me ha aportado infinidad de cosas nuevas, sensaciones, experiencias... 
Un año en el que quién no era importante se ha desenmascarado y que, gracias a Dios, ya no contemplo entre mis amistades.
Un año en el que se han reforzado amistades. 
Un buen año sin duda.
Esta vez no toca emocionarse con los brillos del cielo, no toca sentir nostalgia. Esta vez toca respirar hondo y disfrutar como una enana. Poner carita de ilusión y no bajar la mirada ni un minuto. 
Qué bien estoy, joder!! =D

Me gusta así

Hay veces que me cuesta, que las cosas creo que me van grandes, o que no quiero seguir así.
Hay veces que tiraría todo el esfuerzo por la borda y volvería sobre mis pasos.
Pero son arrebatos, en realidad estoy cómoda así. En frío lo pienso y me gusta esta idea, esta nueva manera de llevar las cosas. Esta nueva normalidad con la que se trata el tema, con que nos tratamos. Así es todo más fácil. Y me gusta.







Me gusta que la respuesta automática a situaciones inverosímiles sea una carcajada incontrolada y espontánea. 








No estoy todo el rato bien, ni todos los momentos son buenos, ni todas las palabras las adecuadas, pero me gusta no analizar cada uno de ellos, simplemente, vivirlos.
Me gusta disfrutar de lo que tengo y de lo que soy, de cada minuto que tengo por delante y recordar siempre con una sonrisa el minuto pasado. 
A veces cometo locuras incoherentes, a veces tengo fallos garrafales y me tiro al río sin mirar si hay piedras o arena en el fondo... Pero da igual, así soy yo, y siento cada tontería que hago.
Porque soy de esas personas a las que le gusta poder decir bien alto, orgullosa y con la cabeza levantada "no me arrepiento de haberlo hecho" sin miedo a contradicciones. 
Me gusta ser coherente con mis sentimientos, al 100% o al porcentaje que las circunstancias me lo permitan, pero nunca por debajo del 80%. 
Me gusta no sentirme mal por nada, estar tranquila y tener limpia la conciencia. Ser plenamente responsable de mis actos irresponsables. Yo y sólo yo dirijo mi vida. Yo mando en ella, yo llevo las riendas, yo decido.
Me gusta cuando los que me rodean le dan el visto bueno a mis locuras, aunque su respuesta a modo de aprobación sea una carcajada y una alusión a mi enajenación mental transitoria. 
Pero más me gusta cuando alucinan, no ven absoluto posible que esto o aquello esté pasando o pueda ocurrir, pero a la vez saben que si lo hago yo... todo es posible.
Me gusta tener gente a mi alrededor que me apoya, que me quiere, que se ríe conmigo. 
Me gusta hacer planes a largo plazo y que se cumplan porque eso significa que esas personas siguen en mi vida y continúan siendo tan importantes como entonces. Me gusta cumplir los planes y los plazos.
Me gusta cumplir conmigo, y ahora mismo, me soy fiel al 101%! =D