lunes, 28 de mayo de 2012

Date cuenta. Lucha. Pierde. Pero lucha.

Odio cuando no entiendes a la gente. Cuando hace cosas que no esperas, cuando sus reacciones son ilógicas, cuando no dan explicaciones de lo que está ocurriendo. 
No es que el mundo deba hacer lo que yo quiero, es simplemente que sus actuaciones no responden a un patrón. Varían según el día, la hora y hasta el minuto. Nunca sabes como acertar con ellos.
De repente están bien, te sonríen y somos uno, como de repente se les cruza el cable, pasan de ti y todo les parece mal.
Y ojo, que repito que no deben hacer lo que yo quiero, cada uno es libre de tomar las decisiones que quiere y de ser fiel a uno mismo, pero existen los valores, la humildad, la educación... Si tu estado de ánimo condiciona el de otra persona, no juegues con ello. 
Esta vez no hablo de mí, no hay nadie que signifique tanto para mí hoy por hoy (en realidad sí, pero esto ahora no importa). 
Hablo de otra situación, que no alcanzo a comprender. Todo lo que se ha luchado por llegar hasta ahí, 8 meses de esperar, de soñar, de pedir, de dar, de no recibir, de anhelar, de sufrir... y cuando todo empieza a funcionar, vuelve a fallar a la primera prueba.
Como cuando engrasas una maquinaria pesada y toda va fluido y de repente, se para. Y no son los elementos del aparato, esos giran bien, y si le das manualmente, funciona y rinde al 100%, pero cuando lo dejas en manos del piloto automático, se apaga. No sabes que pasa, pero cuando dejas de darle, no va, deja de funcionar, y entonces hay que volver a ponerla en marcha manualmente y cuesta más que la primera vez.
Y la máquina está cansada, quién lleva la manivela, harto. Y hay una segunda vez, y una tercera... 

Y el operario se cansa y decide que esa maquina nunca dio buenos productos, si aceptables, pero no buenos, y que tanto esfuerzo quizá no valga la pena, que otra máquina no es la solución, pero que al fin y al cabo antes de que llegara ésta, tampoco estaba tan mal. 

Date cuenta de lo que pasa, date cuenta de que estás fallando, date cuenta de que la estás fallando, que todos sabemos que tú también tienes tus cosas, pero el mundo no se acaba ahí. 
No lo pagues siempre con quién más te quiere, con quién daría su vida por ti, con quién espera tus mensajes como agua de mayo, con quién sólo con verte sonreír ya es feliz para toda la vida, aunque sonrías lejos de ella.
Hoy no hablo de mí, porque no sé que decir, yo también tengo mis cosas, pero eso ya se solucionará o al menos, ya lo intentaré. 
Hoy es ella, ella que ya no sabe que hacer para que esta máquina que habéis puesto en marcha no se pare cada vez que a ella le faltan fuerzas. 
A veces una relación es muy complicada, y cuando cuesta que vaya bien quieres tirar la toalla, pero no debes hacerlo. Jamás debes rendirte, ante eso y ante nada. Debes luchar hasta el final, siempre, para poder decir "lo intenté con todas mis fuerzas y fracasé", "hice todo lo que estaba en mi mano", "ya no dependía de mí". 
Agota todos los cartuchos, todas las posibilidades y pon toda la carne en el asador.
Vive por y para lo que crees, y que nadie nunca pueda decir que no diste todo lo que tenías para lograrlo.
Sólo así podrás mirar atrás con la cabeza alta.

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