lunes, 27 de mayo de 2013

Velocidades


Lo ves venir de lejos, reduces velocidad para juntar vuestros caminos y ni aún así te alcanza. Miras de reojo y sabes que ahí está. Esperas esconderte al doblar la esquina para sorprenderle.
Pero llega el tren, y tienes que montarte. Miras atrás y ves que viene, pero que no llega, y que tú te marchas, una vez más, sola. 
Él no tenía ninguna prisa, y no corrió para subirse. Quizá fue porque no sabía que ibas en él, quizá porque no había nada para él en ese vagón que le llamase la atención. 
Y lo ves quedarse atrás, ensimismado en sus pensamientos, esos que tú no ocupas. Eres demasiado pequeña para él. O demasiado grande, eso es algo que nunca sabrás.
Y así nos pasa toda la vida, que caminamos a diferentes velocidades, cada uno lleva la suya y no sabemos acompasarlas a tiempo. Y luego nos lamentamos.
Cuando algo empieza, es porque las dos personas están en el mismo punto. Porque para dar un beso hacen falta dos bocas, dos personas, pero un sólo momento, un sólo lugar y un sólo deseo. 
Y queda un sólo recuerdo, aunque distinto 
y siempre más importante para uno que para otro.
El problema aparece después de ese beso, o caricia, o mirada, o palabra... Que se echa a andar y las piernas de uno no saben ser tan largas como las del otro. Y el que va más delante dice "corre" y el rezagado dice "espera" y así se tiran un rato, hasta que se pierden. 
Y es entonces cuando la vida tiende a sorprenderte y el rápido se sienta en un banco a esperar y el lento echa a correr para llegar. Sabes que por un tiempo va a ser duro, pero si sabes aguardar o acelerar, según te toque, lo que te viene después te va a compensar. Y mucho.
Para eso están las marchas, para meter una y otra dependiendo de la compañía que llevemos, la carretera por la que conduzcamos y el coche que llevemos. 
Porque yo no voy igual a tu lado, por la autovía y con un Ferrari, que al suyo, por un camino antiguo empedrado y con un pequeño carro.
Que cada uno tiene lo suyo, tú la velocidad y la emoción, y él las vistas y la expectación. 
Que no es uno mejor y otro peor, son diferencias que hacen única a una persona.
Y las personas van por etapas. A veces quieres correr y otras, esperar. 
Ahora me apetece disfrutar del paisaje y mirar al sol sin gafas, que ya me he perdido mucho y lo bonito está en los principios. 
Resumiendo, que el que algo quiere, algo le cuesta. Ya sea mi prisa o tu pausa lo sacrificado,   quiero llegar hasta el final.
Me siento en el banco. Mi mejor plan es esperarte. 

miércoles, 15 de mayo de 2013

Prioridades

¿Cuál es la vuestra?
La mía, después de muchas caídas, muchos tortazos contra la pared y muchas decepciones, es ser feliz. 
Ser feliz yo, pensar primero en mí y después, también. Porque lamentablemente nadie más lo hará.
Muchas veces dejamos de hacer algo porque creemos que podemos dañar a alguien con nuestros actos, nos quedamos con las ganas, y luego resulta que nos hacen daño a nosotros. Ellos han ido por sus caminos sin pensar a quién molestaban, han sido felices y no han pensado en compartir su felicidad con nadie. Han mirado por ellos mismos y tienen lo que quieren.
Ahora piensa: tú, que no haces más que mirar a tu alrededor y de pretender que todos se pinten una sonrisa en la cara, has dejado de dibujar la tuya para que las del resto no se borren. Te auto-engañas fingiendo que eso es lo tuyo, hacer feliz a los demás, pero no. Si no lo estás tú, todo esto que pasa a nuestro alrededor a los que solemos llamar vida, no vale de nada, pierde todo su sentido.
No estoy hablando de ser egoísta, que algo también hay. Estoy hablando de sernos fieles a nosotros mismo y a nuestros sentimientos y sensaciones de cada momento. A no dejar de hacer lo que deseamos por guardar luto a alguien que no conoce el significado de la palabra respeto. 
No es cuestión de arrasar por la vida con nuestros ideales y convicciones, cegados por el ego, el orgullo y la soberbia. Es cuestión de que si nos apetece ser malos, lo seamos. Si nos apetece ser buenos, lo seamos. Y si nos apetece perder la cabeza, la perdamos.
Que no pensemos en el después ni en los de después. Ni en los de antes.










Vivir cada minuto al máximo y no frenarnos por nada.










No podemos dejar de ser nosotros mismos por lo que los demás puedan pensar, porque luego suelen ser ellos los que actúan de esa manera tan horrible que nos han criticado.
No podemos dejar de disfrutar y darnos caprichitos por esa estupidez a la que llamamos posesión. Nadie pertenece a nadie. Y si dos no discuten si uno no quieren, dos no se ríen si uno no quiere, por "reír de es de dos..." (8).
Coge al vuelo las oportunidades que se re crucen de ser feliz y enseñar diente, lengua y garganta. Riendo, besando y mordiendo. Todo junto y a la vez.
Exprime cada momento de esos frente a frente, de miradas a 2 cm, de respiraciones acompasadas, de labios cercanos, de manos entrelazadas, de silencios eternos, de vida en un vaso de chupito, de intensidad irrefrenable. Disfrútalos y vívelos. Jamás dudes de nada que te venga del corazón, de la barriga, de dentro. 

Es sencillo, toca volverse loco, liarse la manta a la cabeza y vivir. Mucho, rápido o lento, pero mucho. 


Un carpe diem a lo bestia. Un carpe diem de sexo, drogas y rock&roll.