domingo, 9 de junio de 2013

Para ti.

Te conocí y no me interesaste. Puede molestarte, pero ni siquiera me pareciste guapo. Me recordaste peligrosamente a una persona a la que tengo demasiado cariño, con ese precedente, no podía verte más allá. 

Pasaba el día y vi un cambio en tu mirada. Te vi débil, te vi pequeño, te vi desmoronarte en un segundo y buscar desesperadamente un ancla al que amarrarte. La viste y te hiciste pequeño, desapareciste. Te pregunté y me contestaste sin hablar. Tanta ternura en una sola mirada... Tanto dolor en un solo gesto... Me transmitiste una dulzura tan inmensa...

Poco a poco empezaste a sacar esa sonrisa tuya que hace que se te formen unos hoyuelos sutiles en las mejillas, tan bonitos..., ibas estando cada vez más cómodo y haciéndote fuerte. Fue así como supongo que sacaste el valor para acercarte a mí. Un abrazo, otro, una mirada, un beso de despedida con más fuerza que el anterior... No sé qué fue lo que te llamó la atención de mi; pudo ser mi pésima actuación, mi pérdida de tiempo, mi dar golpes a una puerta que no se abría... Algo fue, cuando tu mirada cambió de luz y de mensaje.

Pasó la noche. Fuimos felices cada uno a su manera, en su lugar y con su gente. No nos vimos, creo que ni nos pensamos. Pero al llegar a casa nos buscamos. Y ahí, tras una pantalla, te hiciste fuerte del todo. Y yo pensé "pero qué dice?". Pero no había mucho de lo que hablar y acabamos rápido, a dormir. Mañana sería otro día.
Estuve toda la mañana trabajando, y me acordaba del día anterior, de todas las emociones, de él, de ti... pensaba en si hablarte o no, en si te vería o no. 

Qué tontería, no te conocía y ya pensaba en ti.

Aquella tarde volveríamos a juntarnos en el mismo sitio pero era casi imposible que coincidiéramos en el mismo punto. Tú, por no quedarte solo, por segundo, tercer o cuarto plato, o vete tú a saber por qué, me llamaste. Quedamos. Y sin ser parte de mí, sin ser nada mío, viví junto a ti un momento inolvidable. 

Allí estábamos nosotros, cogidos de la mano, con las caras rebosantes de felicidad mientras  todos gritaban, nosotros solo sonreíamos, mirábamos al frente, nos apretábamos como diciendo "estamos aquí, juntos, compartiendo un sueño" y cruzábamos las miradas como dos niños pequeños, aún con algo de miedo. 

Salimos de entre la gente, sin soltarnos, cerca, en silencio y sin dejar de hablar. Era especial. Aquella tarde fue especial.
Nos quedamos solos, echamos a andar y me dijiste "dónde vamos?" y yo te dije "donde estemos solos y tranquilos". Sonreíste.

Nos sentamos y nos quedamos callados. Me abrazaste. Nos acercamos más y me abrazaste más fuerte. Silencio. Miradas. Perdidas y encontradas. Las manos entrelazadas y las pequeñas caricias. Y por fin acercamos nuestras bocas y despacio, con miedo a romper la magia, con cuidado, nos besamos. Nos besamos como dos niños que llevan enamorados toda la vida, lento, jugoso, con fuerza, pero tranquilos, sin prisas.
Fue dulce, fue bonito, fue nuestro momento. Nuestro primer beso. Y de fondo, la mejor melodía. Hinchas que ponían banda sonora a nuestro primer recuerdo. No podía haber sido más perfecto. Sin prepararlo, todo encajó para ser un momento para recordar siempre.

Fue eso lo que marcó un antes y un después en mi. Yo no esperaba nada de aquella noche. No esperaba más que lo que estaba pasando. Y no sé explicarte por qué, supongo que por ti, cambié de opinión a medida que pasaban las horas. Horas que hicimos segundos. La noche se nos quedaba corta, yo no quería soltarte y tú no querías irte.

Jugábamos, nos enfadábamos, nos molestábamos... Fue perfecto.

Nos despedimos y estábamos como fuera de la realidad. Íbamos tan metidos en nosotros mismos que el resto del mundo pasaba a nuestro lado y no lo veíamos. Tomamos caminos distintos, pero siempre acompañándonos. 

Pasó el fin de semana, la semana entera y no dejábamos de estar raros. Yo no sabía que hacer y tú, menos aún. Pero lo dijiste: "Cuando quieras verme, dímelo" y me lancé. Y nos vimos. La intención era otra pero las circunstancias nos empujaron.

Yo no quería acercarme a ti, y tú lo notabas. Bromeamos varias veces con la idea de irnos por donde habíamos venido, pero no lo hicimos. Te paraba a fuerza en los semáforos, no por precaución, yo siempre cruzo en rojo, si no por retenerte a mi lado. 
Esa era mi manera de estar cerca tuya. Más cerca tuya. No encontraba otra.

Nos sentamos y me senté lejos de ti, no quería molestarte. Si no lo hacía así, me sobraba el resto del sofá. Me alejé todo lo que pude pero tú me querías cerca. Así que, por miedo a fastidiarlo te dije "acércame hasta dónde quieras tú" y ahí me pusiste. Piel con piel. 
Pero yo no estaba en ese punto, volví a separarme y esta vez me llevaste hacía ti todo lo que pudiste y más. 

Tumbada encima tuya, mientras me abrazabas, quise parar el tiempo. Dejarlo así

Mi boca no era capaz de articular palabra. Pero mi cabeza no dejaba de girar y pensar y divagar. Te respiraba, en silencio. Tú me besabas en la cabeza, yo en la cara... No queríamos ir más allá. Lo mantuve así hasta que en un descuido, mi boca fue más rápida que mi mente y quiso besarte. Me retiré y te pedí perdón. Eso no era lo que estaba planeado. 
2 minutos más tarde te amenacé "no pongas esa boca o te doy un beso" y volviste a hacerlo. Te besé y me besaste. Fue un beso largo, en silencio, lento. Un beso de esos que te llenan los ojos de lágrimas y te hace notar un nudo en el pecho. No queríamos separarnos. Fue tan dulce...
Te miré y me miraste. "Y ahora qué?". Nadie lo dijo pero ambos lo pensamos. Intentamos definir qué era esto que nos estaba pasando. Intentamos aclarlo, pero no pudimos. No sé si vamos a velocidades diferentes o no, lo que está claro es que al final, llegamos al mismo punto. 

Besos bajo la lluvia, besos fríos y besos calientes. Miradas llenas de complicidad. Esa manera tuya de acercarme a ti. Me quedé contigo hasta que desapareciste tras el cristal. Creo que tú pensabas "pero que haces? Vete ya". 
No, amor, no. 
No podía marcharme cuando aún podía disfrutar de ti unos segundos más. Quizá los últimos. Eso es algo que aún no sabemos.









El tiempo ha pasado, pero la sensación de ti no.










Cuando me abrazas me siento otra, protegida, sin miedo a nada. Sin querer mirar las horas, sin ver quién nos rodea, sin ser conscientes de que el mundo sigue detrás nuestra. Cuando estoy contigo sólo me importan tus ojos, tu boca, tus manos. Me da igual el resto. 

Me has devuelto la emoción. La pasión por las cosas. Dejarse el alma en cada movimiento. Me has hecho cambiar de parecer. Las cosas ya no son blancas o negras, ahora tienen una gran gama de grises, y en ella nos encontramos tu y yo continuamente. 
He vuelto a recordar esos nervios de la primera vez, esos besos sinceros. 
Me haces sentir diferente, no sabría explicártelo. Es tranquilidad. Saber que nada malo puede pasarme contigo al lado. 

Me has enseñado que a veces es mejor guardarte los impulsos y llorar solo en tu habitación. A base de eso me voy aguantando las ganas de decirte todo ésto. Pero también creo que es importante saber como se siente la otra persona, porque cuando las cosas no salen como nosotros esperamos, hay quién estaría dispuesto a hacernos la vida tan fácil como la quisiéramos. Y esas personas sólo necesitan una señal para empezar a darnos felicidad. 

No te gusta la retórica, ni las metáforas, ni las parábolas de mis textos. He intentado ser todo lo clara que sé ser. 

Como siempre no espero una respuesta rápida. No sé que espero, pero son cosas que necesitan ser escritas y dichas. 

Y aquí las tienes, para recordarlas siempre que se te olviden.